Siempre he sido respetuosa con la familia y de la familia. Quizás porque crecí en una, loca familia, pero en donde la "mayoría" RESPETA, así en mayúsculas, a cada uno de sus miembros, independientemente del nivel de locura del mismo (locura en el buen sentido de la palabra). La jerarquía en mi familia existe y aunque todos pueden opinar, siempre serán escuchados los más antiguos, sólo por el hecho de tener más experiencia y algunas que otras canas.
Ayer, presencié un acto de ira de un padre a un hijo, que me ha hecho pensar mucho. Pensar en esos detalles que parecen minúsculos, pero que hacen la diferencia: eso de darte un regaño a tiempo o una buena nalgada en el momento justo. Me hizo reflexionar en que me ha entregado mi familia como valores y en lo que yo soy gracias a ellos.
No con esto digo que mi familia es perfecta, porque no lo es... yo misma tengo mis encontronazos con uno y con otro, pero sin embargo, jamás llegaría al nivel de violencia que observé ayer. Y lo observé tal cual desde mi caja de cristal, como algo tan lejano y ajeno... cosa que agradecí a Dios porque tener la dicha de estar en una familia en la que el respeto es un valor, parece no ser el común denominador.
La caja de cristal puede tener ciertos pros, eso de estar en ella para analizar las cosas, sin que te afecte, es uno...